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El día que conocí a Paco de Lucía

El día que conocí a Paco de Lucía

Era un disco de portada azul. Los acetatos tenían poca información, lo único que valía era la música. Cierto que había álbumes con muchos gráficos, fotos y créditos, pero eran los menos. Me tocó ver más LPes con una sola foto, creditos escuetos y leyendas de carácter de derecho de autor y siempre visible el logotipo del sello discográfico, que en realidad pasaba a ser secundario.

No había San Google, ni nada parecido, para saber quién era aquel artista, solo la promoción en radio, prensa y la televisión imperante, en los artistas comerciales, no así con Paco de Lucía, que ya era célebre, genio en el mundo cultural y a su corta edad, en ámbitos intelectuales, sonaba y de mano en mano se llevaba su música y fue entonces que mis oídos y mis manos de niño, lo descubrían entre los discos de la casa de mi hermano mayor.

Aquella tarde, me salí de la escuela en el recreo. Estaba en el turno vespertino y varias veces hacía eso, entonces iba a la casa de mi hermano que estaba muy cerca de la primaria.
Por cierto, recuerdo que en la tiendita de la escuela, vendían tacos de harina y maíz de frijol, que me sabían deliciosos. Tuve mi racha de niño enamorado y qué inquietante era estar enamorado de una niña de otro salón, porque uno no la ve y está encerrada en su salón, ahí nomas distraído, de por si soy de atención dispersa y vaya, solo en esas pausas escolares o en recreos uno podía ver a la idílica “dueñita” de mis suspiros, pero aquel día, yo no andaba en eso y fui con ese hermano, ya que me la pasaba muy bien, hablando con mi cuñada Mary, ya que a veces no estaba mi hermano.

Salí por un agujero de la red metálica, que estaba por el lado del árbol de macapule y cerca de “la cueva del diablo” un sitio que no era cueva, ni era del diablo, pero a los niños nos encantaba inventarnos historias sobre ese lugar. Entonces rodeaba la escuelota y pasaba por donde estaban los maestros, que ni en cuenta en sus guardias, no me veían además, porque le hacia al Rambo para pasar por entre ellos.

Llegué y mi cuñada lavaba los platos y me dijo, -ey, ¿qué andas haciendo? ¿no tienes que estar en la escuela? - Nos dejaron salir un rato, le dije y luego me quedé oyendo y viendo el disco que daba vueltas en la consola del tornamesa y agarré el empaque y analicé lo que pude la escasa información. En realidad a eso iba, a encontrarme con cosas magníficas, porque mi hermano y su esposa eran la onda, un tanto hippies. Sonaba una guitarra “Entre dos aguas” y yo casi me pongo a bailar, oyendo aquella locura de notas con un bajo algo cadencioso, unas percusiones y una especie de rumba (en aquellos años, no sabía analizar la música y sus géneros, obvio, solo me emocionaba).
Aquello era un encuentro, dije, qué oyes cuñada, ¿te gusta? es Paco de Lucía, me dijo, oye cómo toca.

Bueno, ya me voy, le dije, tengo que irme ya, se me fue el tiempo, dije asustado y subí la vereda empinada, como rayo. Entré, recuerdo, por la puerta principal, porque no había tiempo de hacerle al Rambo, alguien me abrió, creo un intendente y me regañó, que andaba haciendo me cuestionó y como yo era, un poco influyente, es decir, tenía buen prestigio de niño bueno, le dije que me habían mandado a dar un recado y me creyó o me la pasó tal vez. Pasé al salón, con la cola entre las patas y estaba el profesor Peinado, así se apellidaba, impartiendo clase y se me quedó viendo sin detener su diálogo grupal y yo sigilosamente y como Pedro por su casa, me acomodé en el pupitre, y ya sentado, yo solo escuchaba a Paco de Lucía en mi cabeza, veía que el profe hablaba, movía los labios y yo solo podía pensar y seguir oyendo ese bajo, esos bongós y sobre todo esa guitarra, esa guitarra, me seguía resonando, recuerdo, que pensaba, ¿no le dolerán los dedos?. Esa sensación flamenca que llega hondo, se goza y punza como dolor necesario.

Hace poco vi un video, de Paco de Lucía, que en paz descanse, en el que decía que cuando tocaba la guitarra le dolía todo, que no es fácil tocar la guitarra, afirmaba “me duele hasta aquí”, y se señalaba el paladar.

La guitarra de Paco de Lucía es esa sensación flamenca que llega hondo, se goza y punza como un dolor necesario, mundano, intenso, dulce y adictivo.

Buen domingo. Esta vez les dejo esa pieza “Entre dos aguas” de Paco de Lucía, quien por cierto introdujo el cajón flamenco a esa música, después de haber visto el cajón peruano en uno de sus viajes a Perú.

Abrazos y gracias por leer.

Entre dos aguas

 

 

 

Foto de Ahmed Rizkhaan en Unsplash

Acerca del autor
Cantautor, es uno de los representantes más notables de la nueva trova mexicana. Como solista ha grabado Disímbolos, Acerca de soñar, Una cascarita en directo, Plural Espejo, Así, Hay un hombre que camina y Canto Nuevo para Niñ@s.
Cuenta con un libro de narraciones donde muestra, en tono autobiográfico, el paisaje de su natal Topolobampo, da conciertos y giras, realiza actividades educativas y musicales para la niñez, escribe música para teatro y se mantiene activo con diferentes enfoques y dedicando su vida al arte.