Es
Todo el tiempo para mí, como si no hubiera pasado, cual ningún lazo en otro lugar, como la vida ahí y ahora, por lo menos en un tiempo breve, de varios días y noches.
Ámsterdam: que hablando inglés, el idioma …
Me llamo Claudia y vivo aquí debajo de un puente que no es puente pero se le parece. Podría parecer que pasa un canal de agua o un río, pero es simplemente un pequeño barranco en una parte alterna de la ciudad. Aquí se vinieron mis padres y aquí me hice muchacha, pienso sacarlos de aquí. Al lugar le tengo un cariño extraño, es raro, me explico: no hay vecinos cerca, allá viven unos carpinteros, de sangre indígena, muy buenas gentes, sus hijos juegan aquí entre la maleza que crece, es como si vivieran en una fracción rural, pero no, estamos en la ciudad. Mi padre es fontanero, mi madre siempre ha trabajado en tiendas departamentales y cuando yo era pequeña, me cuidaba una tía mientras mi mamá iba al trabajo. Mis padres no son muy grandes, andan cerca de los sesenta años. Yo ahora trabajo y estudio, tengo muy buenos amigos, me va bien en la escuela, estudio para médico y me dieron empleo de medio tiempo en un casino. Hasta ahora he podido con todo eso, aunque duermo poco.
Hoy en la mañana, amaneció frío, me lavé la cara, los dientes, me peiné y salí, muy contenta con mi termo a tomar el camión. Para llegar a la parada hay que caminar por una pequeña acera que va ligeramente de subida. Los autos ahí se quedan esperando el verde del semáforo en la avenida, ahí voy yo vestida de jins y pashmina, algunos señores me gritan cosas, otros dicen o susurran palabras que prefiero ignorar, no sé qué se creen, por qué lo hacen, ya con su sola mirada incomodan, qué educación tenemos, voy pensando mientras llego por fin a la avenida, donde soy un poco menos vulnerable, de esto que día a día es malamente normal.
Me llamo Indira. Vengo de viaje en este autobús y para muchos eso ya es una hazaña, me pregunto por qué, es decir, sé por qué, ahora la pregunta es por qué sucede ese por qué. O sea, soy mujer, guapa, visto como quiero, no quiero conquistar a nadie, mi mente está simplemente en ir a ver a mi hijo que está con su padre, el cual tiene una esposa, que por cierto es buena onda o parece buena onda, a mi me cae bien, pero creo que yo no tanto a ella. Mi esposo y yo no nos entendimos, dejamos de ser amigos y ahí es cuando le dije que nos separáramos, él me celaba, me quería tener de ama de casa y yo no estoy mucho para eso, me gusta trabajar, conocer, salir. Hay hombres que confunden todo, están confundidos, en fin que, subo al autobús y un hombre me atosiga, -hola, cómo te llamas, dice y yo, le contesto evidenciando mi molestia -¿perdón? Luego dice el cretino, -qué carácter. Hago como que contesto el teléfono y hablo a nadie, -si mi amor, aquí vengo en el camión, todo bien, sí aquí te aviso cualquier cosa. Entonces el tipo se aleja allá a su lugar. Sana distancia pienso yo, respetemos.
Me llamo Mariana. Ayer iba por avenida La Paz, qué curioso y contradictorio, porque no fue tan pacifico el momento que les voy a contar. Saliendo del banco necesitaba comprar algunos alimentos para llevar a mi papá, algo para su despensa, ya que es mayor y lo iré a visitar, en la avenida había unos hombres trabajando, ocupando la mitad de la calle, que estaban abriendo, como re construyendo, no sé muy bien de esas cosas. Hombres con su casco, gente de la construcción. Paso y me silba alguien de ellos, eso es muy común, sigo mi paso, pero hay que pasar por una tabla como un andamio sobre el suelo y se acerca un energúmeno con un aspecto que me da miedo y como drogado, balbuceando me dice -te invito un café morenita y yo le dije, -claro que no, con permiso, los hombres me dicen, -no tenga miedo y le gritan, -ey güey te calmas, no te pases de v…
Un carro se para y me dice un señor joven -¿todo bien? Sí le dije, todo bien, pero tampoco puedo confiar en él, que me insinuaba me subiera al auto.
Se calmaron las cosas y salí del peligro, perdón por pensar así, es verdad, gracias al tipo del auto que se detuvo salí del peligro, pero, no se puede confiar en nadie, hay mucho depredador.
Llegar a casa de mi padre y verlo me hace sentir más aliviada de lo sucedido, le cuento un poco lo que me pasó y me dice, -los hombres no sabemos ser hombres, y se nos olvida que podemos ser hijos de una madre o ser padres de una mujer. Dios te bendiga y me abraza, luego después de un breve silencio, yo aliviada y él, habla como pensando en voz alta, como absorto, -somos muy mirones.
Entonces pensé, que sean mirones, si quieren, pero edúquense, quiéranse para que sean queridos y besé a mi padre, vamos, me dije para dentro, espero llegar a La Paz con paz.
Les dejo esta canción, poema de Rafael Alberti, música de un servidor Yahir Durán. “Recuérdame en alta mar”
Foto de name_ gravity en Unsplash