Es
Todo el tiempo para mí, como si no hubiera pasado, cual ningún lazo en otro lugar, como la vida ahí y ahora, por lo menos en un tiempo breve, de varios días y noches.
Ámsterdam: que hablando inglés, el idioma …
Creo que hay muchos Silvios. El Silvio flaco, el joven aquel, cuya inteligencia era inobjetable a su imagen. El Silvio aquel de camisas holgadas, de mirada melancólica y afirmaciones entre rebeldes y filosóficas, el Silvio de piocha y sacos militares o camisas a cuadros, el Silvio que en imagen es ahora y parece ser opuestamente distinto a la carrera del tiempo, que los Silvios arriba descritos semblanteaban y apenas se asoman a otros Silvios que no alcanzo a describir en este texto o no va por ahí la cosa.
La cosa no va por ningún lado, más que lo que estoy sintiendo mientras escucho “Te doy una canción” .
Suele ocurrir un fenómeno masivo horrible, invisible, pero rondante: todos se creen dueños de la concepción de Silvio, para ser un poco más preciso, sus fieles seguidores, que suelen, (solemos) ser insoportables, porque dejamos de escuchar a Silvio (propiamente a sus canciones) y nos distraemos atendiendo más el fenómeno de la idolatría, que de la propia obra.
A Silvio algunos lo ven mal, otros lo quieren bien, nos hizo iniciados en una materia que no sé si él dimensiona: el fenómeno Silvio Rodríguez.
Alguna vez afirmé en face, que Silvio es el mejor compositor de canciones y hubo mucho revuelo, muchos dieron “me encanta” y algunos colegas vieron insensata mi afirmación, me argumentaban que a poco no está Debussy arriba, o Beethoven, por ejemplo, pero acaso no leyeron que dije -de canciones y bueno, matizando puntualizo: de canciones en idioma español. ¿y quien soy yo para afirmar o dictaminar eso?
No soy nadie si quieren, pero ya tengo cincuenta años, ya no soy promesa de nada, ya tengo derecho a ejercer mi libertad de opinar y publicar lo que me venga en gana, sin que me tachen de irresponsable, porque firmo lo que digo y si hay que des decirse o aclarar, lo hago, sin embargo, quizá para esas mentes susceptibles deba acotar, -yo pienso, es mi opinión, tal y tal, aunque esto ya no es Facebook, es Entornos, donde puedo hablar un poco más libre y allá ustedes, (qué lindura) acompañarme y echar al olvido o a donde quieran mis pensamientos.
Silvio es, entonces, una especie de libertador de la rola, un abanico que en lo musical nos hizo aprender y en lo letrístico nos puso a imaginar y a llorar y a refugiarnos y a conquistar e hizo esas canciones que muchos necesitábamos, para decir lo indecible, lo que no estaba resuelto en canciones.
Estoy oyendo ahora “La maza” la guitarra en tres cuartos, con esa variación del arpegio al ritmo y esas declaraciones sobre el creer, “si no creyera… qué cosa fuera…” esa cadencia armónica que va bajando en tensión y una vez presentada la poética, un bombo que podría ser atendido con apreciación deleitosamente, por su precisión hipnótica, deleite para los músicos y ya entró al recitado, que al repetirse como estribillo, deleite de construcción literaria, afirma lo que una canción va diciendo o expresando, que ahí, sencillamente uno asiste a cierto origen (por original) luego viene ese piano, que hace un contra canto, dando el clímax y la estocada que lleva la canción a otro nivel.
Ese es un Silvio filosófico, el otro es el místico, el que dijo quien sabe qué cosa, pero nos llevó a un cuento, el que abrió la herida con habilidad para, también llevarnos a cantar esas canciones, bajo de un puente, en una bahía, con amigos, con mucho alcohol, en solitario, en una mañana.
A mi me sucedió con Silvio y Pablo algo así, como que Pablo me enseñó a melodizar, a cantar y Silvio a tomar una guitarra en serio y como pasa con los padres a los hijos, pasé por la etapa en que no los reconocía, me encabroné con ellos, como el adolescente que dice, véanme, estoy vivo y ustedes ya no están en onda, son ustedes unos testarudos de otro tiempo.
Algunos asumen la influencia fácil de Silvio, yo creo que yo asumí la parte rara, esa era la que me volaba la cabeza y me movía los sentimientos, lo devoré y dije, como buen adolescente, no debo parecerme a ellos y ese fue el reto, de ahí que pude escuchar al otro genio y otro nivel, a don Chico Buarque, que todos los días lo tarareo, a veces con lágrimas que se asoman indiscretas.
Silvio no es unicornio, ni es azul, no es un disparo de Nievi’, pero es, contradictoriamente todo eso, quiero decir, que lo limitan algunos. Los que huyeron de un sistema precario, lo reprueban con cierto odio, que nada tiene qué ver, con esa otra parte que nosotros y muchos vimos, el amor, el amor ese que duele y sana cantando.
Silvio Rodríguez, pudo convocar a eso que ya en cuba está y es la musicalidad, desplazada fuera de los lugares comunes.
Es verdad y que me perdonen Sabina, Serrat, Aute y sus fans (que yo también les admiro) pero Silvio (en mi opinión) es el más grande creador de canciones en español, porque su obra sigue ese aliento de la Violeta Parra, que, sin tantos recursos musicales, era toda la integridad del arte mayor de la monotonía embriagadora, de tanta certeza y precisión lírica y resolver sus ecuaciones, perdón, quise decir: sus canciones.
Imagínate, que desde muy niño, primero pensé, esto es raro, luego, dije, esto merece atención, en tanto mis vecinos mayores y mis hermanos sacaban o intentaban esas rolas y yo luego de que dejó de parecerme raro, me refugié en esas músicas, o mejor dicho, me rescataron de un mundo que no me gustaba tanto y luego dije, quiero ser trovador.
Ya ahora que soy, quien sabe qué y que hay algo de aquí y de allá y gracias a esos maestros de arte como Ricardo Yáñez y los colegas con los que compartí y sobre todo este camino, estos años, me ayudaron a dejar de ser rudimentario, acaso no seré sofisticado, pero sí, uno nunca acaba de afinarse, es una sempiterna búsqueda, el arte de encontrar el arte. Ya lo dije, pero este apartado solo busca reivindicar y ponerme serio ante Silvisticas elucubraciones: ¿cuantos Silvios conoces?
Aquí dos menciones a Silvio Guayabitas y mangos y Música
Felices fiestas decembrinas.
Pintura de Waldo Saavedra
Encuentro cercano con la música II de Silvio Rodriguez
Óleo sobre madera
60 × 45 / 1998