Es
Todo el tiempo para mí, como si no hubiera pasado, cual ningún lazo en otro lugar, como la vida ahí y ahora, por lo menos en un tiempo breve, de varios días y noches.
Ámsterdam: que hablando inglés, el idioma …
Básicamente un huerto urbano, pues es un huerto en la ciudad, en las casas de la ciudad por eso también les llaman huerto en casa, su objetivo principal es que las familias consuman verduras y hortalizas, plantas medicinales incluso frutas frescas, sanos y nutritivos que fueron sembrados y cosechados en casa.
Mi mamá es una amante de las plantas, desde que tengo uso de razón al salir al patio era toda una experiencia verde y en algunas temporadas muy coloridas. Había plantas de todos tamaños, grandes, medianas y las que más me llamaban la atención eras las enanitas, pero nunca ni pensarlo en aquellos momentos vi alguna planta de verduras en macetas.
La verdad no recuerdo porqué decidí poner en agua una cresta de piña para ver sí le salían raíces, como niña chiquita me emocioné cuando a los días vi que tenía raíces, ¡Jamás imaginé ver la cresta de la piña que nos comimos con raíces, y muchas raíces!, ¿y ahora donde la sembraba? Fue lo primero que me cuestioné, en mi patio no hay tierra, todo es una carpeta de concreto, así que compré una maceta grandecita y tierra, de esa tierra “buena”, de la que venden en los viveros y la sembré, investigué sobre los cuidados que necesitaba hasta lograr cosechar una pequeña pero deliciosa piña miel. En esa búsqueda descubrí los huertos urbanos que me maravillaron, ¿Cómo era posible cosechar calabazas, lechugas, zanahorias, chiles, tomates cherrys y una infinidad de verduras en macetas?
Compré semillas de todo lo que encontré, quería tener de todo, y así en mi primer huerto urbano tenía lechugas orejonas, zanahorias, cebollas cambray, chile habanero, tomate Cherry, otra piña, manzanilla, yerbabuena, rábanos, calabaza bola, todo, todo en macetas de todos tamaños y colores.
Me emocionaba como un niño que espera abrir sus regalos de navidad, cuando empezaban a germinar las semillas para convertirse en las primeras plántulas, regarlas y trasplantarlas para verlas crecer, dar flor y sí tenía suerte, cosechar, porque no siempre logré cosechar, no sobrevivían al trasplante, las flores se caigan, algunas ni se abrían o el fruto no crecía ni maduraban. Todo ese proceso me llevaba de un estado de ánimo a otro, ¿Cómo era posible que mi amado huerto urbano tuviera el poder de darme alegría, asombro, dudas, tristeza incluso hasta desesperación?
En algún momento me dí cuenta que invariablemente por las mañanas, mi primer pensamiento era salir a ver cuántas plántulas habían salido, cuántas flores tenía mi tomatera de cherrys o cuántas se habían caído, al llegar a casa del trabajo iba directo a ver mi huerto, quería saber si habían sobrevivido a las altas temperaturas del verano o las heladas del invierno. Concientizar que en ese momento de mi vida estaba aferrada como a una tabla en medio del océano a mi huerto urbano, lejos de alegrarme, me hizo detenerme y analizar mi vida, ¿Por qué solo me daba alegría mi huerto?, ¿Por qué solo quería regarlo, cuidarlo, protegerlo y cosechar? ¿Qué me estaba pasando?
Por aquella época en la decidí tener un huerto urbano, tenía un trabajo de gran impacto y mucha responsabilidad, estaba muy agobiada, llena de miedo, cansada hasta el agotamiento físico y mental, me sentía sola, además no solo me desgastaba el trabajo, si no mi casa, mi hogar, al que también debía atender, y en medio de la desolación, me aferré a mi huerto, la novedad en ese momento de mi vida.
Además de tener unas hermosas, deliciosas y frescas lechugas orejonas en la mesa para mi familia, de cosechar piñas, cebollas cambray, tomate Cherry y otras verduras, mi huerto urbano me proporcionó el equilibrio emocional que necesitaba en ese momento, se volvió mi pequeño refugio, me ayudó a ejercitarme un poco, me relajó, me proporcionó paz, tranquilidad y la alegría de compartir lo cosechado. Ya no tengo huerto en casa, ahora no hay suficientes horas de sol en mi patio para poder cosechar, tengo una que otra planta que no tienen el mismo efecto que mi amado huerto urbano, pero las disfruto, me gusta cuidarlas y verlas crecer.
No sé sí volveré a tener un huerto urbano, pero lo que sí sé, es que es posible cosechar para el consumo de la familia en el patio de la casa, que es terapéutico, que se aprende mucho de la tierra, las estaciones año y qué se debe sembrar en el hemisferio norte al mismo tiempo qué en el hemisferio sur, pero sobre todo, sé lo feliz que mi huerto urbano me hizo y lo mucho que me ayudó en esa desolación en la que me encontraba, más que un huerto fue mi refugio.
Foto de Aleksandra Boguslawska en Unsplash