Es
Todo el tiempo para mí, como si no hubiera pasado, cual ningún lazo en otro lugar, como la vida ahí y ahora, por lo menos en un tiempo breve, de varios días y noches.
Ámsterdam: que hablando inglés, el idioma …
Quiero hacer memoria, hurgar entre los recuerdos de mi infancia, de aquella niña menuda de grandes ojos, quiero encontrar un recuerdo de mi papá sin que se tambalee los fines de semanas, no logro recordar uno claro y que evoque en mí una sensación de alegría desbordada.
El alcoholismo de mi papá fue “tranquilo”, de esos que solo tomaba los fines de semana, de los que sí había comida en la mesa, pues muy responsablemente, mi papá no faltaba a trabajar y darle a mi mamá lo correspondiente cada quincena para el pago de los servicios y alimentación. Y sí fue “tranquilo” ¿Por qué esta sensación que me arrebató a mi papá?
Mi vida transcurrió con normalidad, era una niña que no daba problemas, muy tranquila, que fue amada desde su concepción, a la que le gustaba mucho bailar y que en el escenario se transportaba, soñaba con ser una gran bailarina de ballet folclórico, que tenía muy buenas notas en la escuela. Realmente en esos momentos no sentía, o más bien, no sabía que mi papá estaba preso en las garras del alcohol.
Sigo hurgando en mis recuerdos y lo que viene a mi mente son mis domingos con mi papá en casa, tirado en el suelo dormido, impregnado en un olor que a mi no me gustaba. Yo caminaba de puntitas para no despertarlo, pero creo que nunca se despertaría con el ruido de mis diminutas pisadas. Él solo se levantaba para buscar algo de comer, y es ese recuerdo el que tengo más presente, su tambaleo que me asustaba, pues realmente creía que se iba a caer, pero, lo que sí caía era la comida que inevitablemente no lograba llevar a su boca, el balanceo de su cuerpo y el esfuerzo que hacía por no caer, no le permitían comer en su primer intento. Veo en ese recuerdo a una niña asustada, con los ojos desorbitados al ver a su papá más vulnerable que un bebé.
¿Y porque siento que el alcohol me arrebató a mi papá?, es muy fácil, siempre que lo buscaba en los festivales escolares, nunca lo encontré, tampoco lo vi cuando soñaba despierta en el escenario mientras hacia que mi falda se moviera con gracia al son de la banda, y cuando recibí a Jesús Eucaristía, tampoco lo vi a mi lado, él estaba alimentando al monstruo que me lo arrebató, el alcohol.
Aún estaba pequeña cuando mi papá se liberó del monstruo, cuando concientizó su falta de control sobre el alcohol, fui afortunada, pues antes de mis 10 años mi papá luchaba otra batalla, lograr la sobriedad 24 horas más, pero el daño ya estaba hecho, no es que me traumara y llorara por la ausencia de mi papá, no, fue darme cuenta del efecto del alcoholismo de mi papá en mí cuando formé a mi familia, cuando disfrutaba de las fiestas infantiles a las que invitaban a mis hijos, pero siempre en compañía de mi esposo, cuando en los festivales escolares mi esposo los cargaba, cuando se sentaba a la mesa para ayudarlos con alguna tarea, ahí me di cuenta que mi papá no estuvo, no estuvo porque estaba enfermo y su enfermedad se llama alcoholismo, no tiene cura, es una lucha de todos los días, todos los días mi papá toma la decisión de no sucumbir nuevamente.
Hace ya más de 40 años que mi papá vive en la sobriedad y siempre estuvo acompañado de mi mamá, mi hermana y yo en el proceso, ahora nuestros domingos eran asistir a las reuniones públicas de doble A (alcohólicos anónimos) las cuales en su mayoría eran en los ejidos, hasta allá llevaban el mensaje de que sí se puede derrotar al monstruo del alcoholismo y que no están solos, como no estuvo solo mi papá, el apoyo incondicional de su familia fue fundamental para que lograra mantener la sobriedad, eso me hace inmensamente feliz porque mis hijos conocieron a su abuelo libre del alcoholismo.
Lucho por recuperar para mí esos años en los que el alcoholismo se lo llevó, ¿Cómo lograr quitar esa sensación de arrebato?, tomo la decisión de ser feliz y disfrutar a mi papá que a veces se tambalea, pero ahora a causa de un añejo cáncer que sigue al asecho. La niña que veía de lejos a su papá en sus tambaleos, ahora le da la mano para que no se caiga y ríe junto a él por cualquier tontería, todo miedo se disipa, se abre la ventana del agradecimiento porque el monstruo del alcoholismo se fue y liberó a mi papá.