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Al papá de mi papá (ambos que en paz descansen)

Al papá de mi papá (ambos que en paz descansen)

La raíz paterna de mi padre, sepan ustedes que a mi padre le he escrito canciones y textos largos y parte de un libro, donde él escribe el prólogo, mi amado don Manuel el pescador. Este día quiero recordar esta anécdota que refiere a su padre (mi abuelo) y estoy seguro que a él le hubiera gustado este detalle.

Mi abuelo cantaba, componía canciones y escribía cuentos y poemas. Tenía una letra preciosa, barroca, manuscrita y muy legible. Era un deleite ver sus cuadernos.   

El dieciséis de junio del año en curso (2023), mi tía Lupita recordó en el chat de los Durán, (cuya comunidad vive en Chihuahua la mayoría, y mis hermanos en Los Mochis y Topolobampo) que mi abuelo (su padre) murió ese mismo día pero del año 1997.  

A veces leo muy a prisa todos esos chats, porque uno anda de acá para allá y se leen algunas líneas. Alcancé a leer y recordé algo que ya había contado de otra forma en mi libro “amar adentro”.  

Ya con mi residencia establecida en Guadalajara, esa madrugada del 16 de junio de 1997 transitando una juventud intensa, bohemia y trotamundos, de guitarrero, jugando a ser adulto, me encontraba de paso en la ciudad de Guanajuato, cantaba en cafetines y peñas, como ha sido mi vida.

Aquellos trajines a veces eran entre licores y guitarras, reuniones después de los conciertos y desveladas constantes. Justo aquella noche de 1997 habíamos discutido con una gran amiga, (muy querida y sigue siendo amiga) en su casa, (vaya papelón) hubo gritos en la discusión, quién sabe qué discutíamos, hoy es lo de menos, insisto que es una buena amiga y quizá no recuerde bien ese episodio tan añejo. Esas cosas pasan a esa edad y en esas andanzas.   

El asunto es que nos corrió de su casa, salimos en la madrugada y luego me dio por llorar entre las callejas de Guanajuato, no sé qué nostalgia, qué tristeza, o a qué desahogo se debía mi llanto, la cuestión es que seguí llorando y mientras más lloraba, más y más lloraba y así las horas pasaron, me calmaba por instantes y volvía a llorar.   

Había por ahí unos amigos ocasionales, los recuerdo muy gentiles, pacientes y solidarios, aunque estaban muy desconcertados y preocupados (qué tremendo fue me imagino, no sabían qué hacer o qué decirme) al principio creían, que lloraba por la discusión, yo sabía que no era por eso, pero tampoco sabía por qué, solo recordaba una frase de un verso de mi amigo Carlos Vicente Castro y les decía: “lloro el universo”.

Logré calmarme, ya hasta me había olvidado que estaba acompañado, nos sentamos en una banca de una plazoleta, de esas hermosas de la ciudad cervantina. Llegó el amanecer y las palomas matutinas con la luz del nuevo día. Sentí la necesidad de hablar con alguien de mi familia de Topolobampo (curioso, no de Guadalajara), localicé un teléfono público en el parque, era en ese tiempo la única forma de comunicarse a otras ciudades, a través de un teléfono de caseta y echando monedas, llamé hasta Sinaloa y me contestó mi madre, me dijo: -Qué bueno que llamas, pero ¿por qué llamas? Le pareció raro por la hora ¿Ya sabes? (contexto: no podía saber nada, aún no era el tiempo de los celulares y las noticias que vuelan), Saber qué le digo, -llamé porque de repente sentí la necesidad de llamar, estoy en Guanajuato, - Hay una mala noticia, me dice, murió tu abuelo, el papá de tu papá, tu abuelo Pedro de Chihuahua, tu papá ya se fue para allá y bueno, tienes que saberlo, ya sé que no puedes ir.

En ese momento me quedé impresionado y le dije a mi madre: -es raro, pero hace unas horas no paraba de llorar y no sabía porqué.

Supe que lloraba por mi abuelo, me conecté con él, con el universo, no podía ser otra cosa y no había para mí otra explicación.

Somos una memoria llena de magia y el encuentro está muy próximo, el encuentro de esos reflejos premonitorios o mágicos, llenos de amor, como le había cantado a mi abuelo, bohemio y artista.             
Un año antes le compuse esa canción que decía: “Tu tienes la memoria del amor”.

Dedico este escrito a mis familiares por parte paterna, a mi raíz en el infinito. 

 

 

 

Foto de portada de Vidar Nordli-Mathisen en Unsplash

 

Acerca del autor
Cantautor, es uno de los representantes más notables de la nueva trova mexicana. Como solista ha grabado Disímbolos, Acerca de soñar, Una cascarita en directo, Plural Espejo, Así, Hay un hombre que camina y Canto Nuevo para Niñ@s.
Cuenta con un libro de narraciones donde muestra, en tono autobiográfico, el paisaje de su natal Topolobampo, da conciertos y giras, realiza actividades educativas y musicales para la niñez, escribe música para teatro y se mantiene activo con diferentes enfoques y dedicando su vida al arte.